jueves, 1 de septiembre de 2011

De presentaciones nefastas...

Soy la de los puntos suspensivos, porque la verdad odio los finales tanto como el principio de todo… Cuando una persona tiene las intenciones de entrar a tu vida y todo empieza con un apretón de manos, ya tenemos un problema, porque no me gusta que me toquen; pero superada esta situación social y esperando a que no se le ocurra darme un beso en el cachete porque no hay nada mas incomodo que tener a un desconocido pegado a tu rostro llenándolo de saliva, tenemos que lidiar con las gracias que dirá el susodicho, yo no hablaré pues me gusta observar, y desguazar en silencio cada uno de los movimientos del recién llegado.
Sí, yo entiendo que una mirada puede ser demoledora, va centímetro a centímetro analizando para llegar a la conclusión si este individuo nuevo cae bien o no; lo triste es que antes de que yo empiece a hablar ya le caigo mal al “nuevo”. Esos finales que llegan antes de que todo empiece son los únicos que me agradan, esos finales que no son finales porque nada se ha iniciado.
Odio las presentaciones, las primeras impresiones, salí raspada en simpatía, supongo que no a todos les gusta  la sinceridad desde el principio. Como cuando un amigo llegó al grupo con una “nueva” y me dijo –Vamos a casa de Herminia…– y yo no aguanté la risa y dije que ese nombre se parecía a Narcila, el nombre de la cachifa de la realeza ¡¿A quien se le ocurre ponerle así a alguien?! Mi amigo me hizo mil caras para luego presentarme a su amiga, Herminia… ¡Bravo por mi!

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